Casa Grande
VINOS HUMANOS
La magia del vino, esa que nos hechiza al beberlo, viene del esfuerzo y la pasión humanos. El vino es el fruto del trabajo denodado y constante de mujeres y hombres. Es cuidar las viñas bajo el sol ardiente y bajo la lluvia, es amanecer con ellas y acostarse tras una larga jornada; es observar, analizar, saber esperar y saber actuar; es contar con las personas que nos ayudan, porque sin equipo, no hay vino. Es estudiar, viajar para aprender, intercambiar ideas y experiencias, escuchar a los que estuvieron antes y animarse a probar lo nuevo.
El vino es tiempo; un tiempo circular de eventos naturales que siempre vuelven, aunque no iguales. El vino es nuestro tiempo: el de nuestros antepasados y el de nuestras propias vidas.
En su elaboración no hay fórmulas que se apliquen de manera mecánica; hay soles, vientos, lluvias, microorganismos y hasta estados de ánimo que nos gobiernan y nos desafían. Así, el vino es siempre el mismo y siempre distinto. Se hace con nuestras manos, nuestra pasión y nuestra creatividad. Se hace para compartir y para estar con uno mismo. Se hace sintiendo. Se ofrenda en el brindis como se ofrendaba el cáliz en antiguos rituales. El vino refleja el terruño donde crecen las vides y nos refleja a nosotros, sus hacedores. El vino es esencialmente humano.
